
Así como el más moderno pendrive puede guardar en sí mismo la fórmula de un gran secreto, o una computadora cobija detrás de la clave que es manejada sólo por su dueño, todo cuánto él no desea que se conozca, del mismo modo los símbolos encierran en sus líneas valores extraños que solamente pueden descifrar aquellos entendidos que se han ocupado de intentar traducir a la realidad conciente, los significados que presentan sus inmortales verdades. Si los hombres tuviésemos hoy que expresar gráficamente la unión de lo divino con lo material, o sea, el cielo con la tierra, no encontraríamos manera más sencilla de lograrlo que trazando una línea vertical y tendríamos la Voluntad divina, unida “a las pequeñas voluntades de los hombres”.
Pensemos que ahora deseamos señalar un punto para dividir esa línea y expresar con eso que ha tenido lugar en nuestra vida, la concientización expresada en el Padre nuestro: “Venga a nosotros tu Reino”, o del mismo modo que la Gran Invocación lo declara en el deseo cuando dice “Que Cristo retorne a la tierra” y marcamos ese punto justo en el centro de la línea vertical. Luego cual dividiésemos un cuadrado en cuatro partes, atravesamos esa línea con otra de igual tamaño y surge ante nuestra vista una cruz equilátera. Es entonces cuando el Cielo y la Tierra unidos por la armónica luz del entendimiento, contemplan el pasaje del amor, posibilitado por la esperada conciencia de un Espíritu Santo.
Y el antiguo adagio filosófico de “Dios geometriza” cobra el significado real que ha trasmitido siempre en la multiplicidad de siglos que contemplan su existir. En este encuentro de hoy podemos observar en el simbólico centro que en muchos anteriores ha ocupado la Chakana u otros símbolos, esta vez es el laberinto. Tengamos bien presente que en nuestra propia vida cada uno de nosotros, transitamos por ese laberinto en la búsqueda afanosa de nuestro propio Santo Grial, aún cuando no tengamos mucha conciencia de que lo estamos haciendo. Y es esa la joya que nos aguarda cual merecido obsequio para nuestros desvelos y ansias de superarnos y hacer de nuestras vidas, un sagrado propósito evolutivo, enmarcando un cuadro de amor y de paz mundial que no es otro que “el propósito que los Maestros conocen y sirven”.
Es nuestro deseo “Que la luz, el Amor y el Poder”, nos permita realizar con Perdón y Bendición el sagrado retorno al Padre Celestial que aguarda anhelante en el cálido centro de nuestro Corazón.
Escribir comentario